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jueves, 25 de octubre de 2012

Difícil Decisión: Parte 2



A la mañana siguiente, se encontró con otra sorpresa en su casa. A la hora de desayunar, Trevor aún se encontraba allí.
—¿No deberías estar trabajando?
El muchacho la miró por encima de su vaso y sus tostadas y le sonrió burlón.
—Ya no trabajo en la gasolinera por las mañanas.
—¿No?
—No, ahora trabajo en el comedor del instituto—anunció.
—¡¿Qué?! ¿Tú estás loco?
—No, pero lo he hablado con nuestros padres y pensamos que es una buena idea que yo también esté por allí para poder ayudarte si lo necesitas—explicó.
—De acuerdo, pero ni se te ocurra hablarme—advirtió—. Como si no me conocieras.
—Ok, ok—alzó las manos en son de paz—, si te veo te ignoraré como si me hubieses afrentado.
—Bien—asintió—. Y deja de leer libros de caballerías, por favor. Que te vas a poner más loco que Don Quijote.
El chico se rió por el comentario y siguió desayunando. Caroline se sentó a la mesa y comenzó a desayunar también. Según ella, necesitaría energías para enfrentar otro día de instituto.
Caminó de prisa por la calle, esquivando a todas las personas con un aspecto algo peculiar. Su uniforme era atrayente para los ladrones, pero no podía llevarlo en la mochila porque se arrugaría. Así que lo llevaba puesto, y en su mochila llevaba ropa de calle. Cuando el día acabase, dejaría el uniforme en su taquilla y todo solucionado.
Nada más entrar al instituto pudo ver delante de ella a Jeremy y Patrick, cuyas espaldas resaltaban notablemente entre las del resto de alumnos. Una gran espalda perteneciente a un chico alto y al lado un chico bajito y ligeramente encorvado. Ella no sabía cómo dos personas tan distintas podían ser amigas.
Como si estuviese oyendo sus pensamientos, Patrick se dio la vuelta y le sonrió tímidamente. Jeremy imitó su gesto, pero en lugar de tímida, su sonrisa era totalmente descabellada. Hizo que le entrara un escalofrío.
—Hola, pequeña—la saludó el rubio—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
—Cosas de asistentes, ¿y vosotros?
—Clases de refuerzo—contestó Patrick ante el silencio de su amigo—. Faltamos el día del examen y este es nuestro castigo.
—Pero mereció la pena—alegó Jeremy mirando a Patrick—. Y lo sabes.
—Lo sé.
Caroline se sintió confusa y no entendió bien a qué venían esas sonrisas de complicidad. La curiosidad ardía en su cerebro, pero decidió que era mejor no saber nada.
—Bueno, pues que se os den bien las clases de refuerzo—deseó—. Yo ya me voy yendo.
—Vale, y cuando lo veas, dile a Eric que es un capullo sin escrúpulos—ella lo miró entrecerrando los ojos y el alto chasqueó la lengua—. Solo díselo, él sabe por qué.
—De acuerdo, como quieras.
Se encogió de hombros y comenzó a andar en dirección el laboratorio D, donde ya la esperaba Eric con la bata blanca puesta y su cuaderno en mano.
—Llegas temprano.
El chico se dio la vuelta con rapidez y la miró sorprendido.
—No te he oído llegar.
—Tengo un mensaje para ti de Jeremy—le sonrió—. Dice que te diga que eres un capullo sin escrúpulos.
Totalmente alejado de sus predicciones, el chico comenzó a reír a mandíbula batiente y cuando pudo recomponerse y coger aire de nuevo le sonrió.
—No te preocupes—dijo adivinando lo que significaba su mirada—. No me he vuelto loco ni nada.
—Como digas.
Caroline cogió el botiquín y se puso la bata. Salió del laboratorio y fue a curar a Logan, que esperaba sentado en el mismo lugar en el que había estado el día anterior. Al terminar, tomó una decisión, iría a hablar con Thomas. Le vendría bien tener contacto con el líder de los vampiros para poder sacarlos de allí.
Después de mirar en cuál de las habitaciones estaba, entró sin pensárselo mucho. Allí estaba un chico alto, rubio, con los ojos rojos y una cicatriz cruzándole el ojo izquierdo que por lo que le había dicho Logan, debía ser Thomas. A su alrededor estaban cuatro chicos situados un poco detrás de él. Como en posición de respeto, o algo así, pensó Caroline.
—Vengo a encargarme de tus heridas.
Los vampiros se rieron y ella se acercó como si realmente no les temiese. Intentó agarrar la mano izquierda del chico, que estaba llena de vendas, pero él la agarró por la barbilla con la derecha. Obligándola a centrar sus ojos en él.
—¿Por qué no debería matarte?
—Porque puedo ser tu vía de escape—contestó y las aletas de su nariz se ensancharon—. Suéltame.
—¿Cómo podemos estar seguros de que dices la verdad?—preguntó uno de ellos.
—No podéis—contestó ella—. Pero no tendréis más oportunidades. Quiero sacar a todos los enfermos de aquí, merecéis ser tratados como personas.
—Me gusta tu forma de pensar—comentó Thomas y le tendió la mano izquierda, permitiéndole curarle—. Y dime, Caine, ¿cómo está tu hermano?
Caroline se congeló y miró al vampiro algo temerosa. Este se rió y señaló la cicatriz de su ojo.
—Hace siete años intentamos escapar aprovechando la primera prueba de los entonces asistentes, tres por parte de Caine y uno por parte del director. Intenté usar al viejo Caine como escudo, pero no fue buena idea. ¿Sabes por qué?
La chica enderezó la espalda y miró al vampiro con dureza, intentando esconder el temblor de sus manos.
—La pequeña de Caine cogió uno de los cuchillos quirúrgicos y me cruzó la cara cuando intenté tocar a su papi—explicó y ella tragó el nudo de su garganta como pudo.
Dio un pequeño paso atrás, intentando pasar desapercibida, pero no lo consiguió y Thomas se rió. El miedo enfriaba sus venas y la dejaba helada poco a poco.
—¿Sabes cómo murió tu padre?—ella negó—. Muchos intentan achacároslo a nosotros, pero la realidad es que fue el mismísimo director, que se libró de él cuando Caine intentó liberar a sus discípulos.
—¿Por qué me cuentas todo esto?
Para su gran sorpresa, el chico le sonrió amablemente.
—De ahora en adelante estaremos en el mismo bando, no quiero que pienses que somos unos asesinos ni nada de eso. Ya sabes—le guiñó un ojo—, la confianza es vital en una relación.
Caroline cuadró los hombros y le devolvió la sonrisa, acercándose de nuevo para curarlo.
—No sé cuándo podré sacaros—informó.
—Eso no importa. Aunque como muestra de buena voluntad, me gustaría que me hicieras un favor.
La chica lo miró entre su flequillo y se encogió de hombros.
—Tú dirás.
—Quisiera que nos dejen salir de aquí—pidió—. No tiene por qué ser mucho tiempo ni en campo abierto—explicó—. Con que podamos salir a un sitio donde se vea el cielo y corra el aire nos bastará.
—Parece razonable—comentó ella, guardando las cosas en el botiquín—. Veré qué puedo hacer.
Salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí. Andando con rapidez puesto que las clases empezarían en pocos minutos, y llegó al laboratorio para dejar el botiquín. Allí seguía Eric, apuntando cosas en su cuaderno.
—Ya he curado a los vampiros—informó y el chico asintió—. ¿Vamos a clase?
—Sí, vamos—dejó su cuaderno y la bata—. Cuándo dices vampiros, ¿te refieres a…?
—A los implicados en la pelea.
—¿Qué? ¿Al bruto también?
Ella suspiró por su forma de referirse a Thomas.
—Sí, a ese también.
—Guau.
—Por cierto, he estado pensando que podríamos dejar salir al patio a los infectados con el 3.0.F.S.
—¿¡A los vampiros!?
—Sí—asintió y lo agarró del brazo—. Tranquilo, es que creo que si los dejásemos salir de vez en cuando habría menos tensiones y no se pelearían tanto. ¿No crees?
—Sí, puede que tengas razón—concedió con suspiro—. Bueno, hablaré con mi padre y a ver qué consigo.
—¿Qué tiene que ver tu padre con esto?
Eric la miró extrañado y ella le devolvió la mirada confusa.
—¿No sabes quién es mi padre?—ella negó y él soltó una carcajada—. Bueno, al menos ahora sé que no eres amable por conveniencia.
—No me estoy enterando de nada—declaró ella y él volvió a reírse.
—Mi padre es el director del instituto.
Caroline se congeló en el sitio de nuevo y miró a Eric con nuevos ojos. Se había fiado muy pronto de él. Si era el hijo del asesino de su padre, no podía confiar en él en lo más mínimo. Aunque por otro lado, pensaba, no tenía por qué ser como su padre. Parecía amable y sincero.
Sus instintos comenzaron a marearla. Una parte de ella le decía que era de fiar, la otra la instaba a correr muy lejos y no volver a dirigirle la palabra.
—¿Estás bien?—le preguntó, apartándole el pelo de la cara—. Estás pálida.
—No es nada, solo que me has sorprendido.
—Vale—se rió y ella lo miró con ojos inquisitivos—. Vamos a llegar tarde a clase.
Comenzó a andar de nuevo y ella lo siguió, poniéndose a su lado de nuevo.
—¿De qué te ríes?
—No, nada—volvió a reírse—. Es que es la primera vez que alguien palidece al saberlo. Normalmente comienzan a hacerme la pelota.
—Ya veo—asintió ella—. De verdad que solo es que me ha sorprendido.
—Vale—reía—, si te creo.
Entraron a clase y se sentaron en el sitio que ocuparon el día anterior. Las clases se sucedieron con normalidad y en la comida, Jeremy y Patrick no aparecieron. Eric le explicó que era normal en ellos lo de desaparecer de vez en cuando para hacer alguna trastada.
En el laboratorio vieron las reacciones en perros del virus PQ23, o lo que era igual, como un perro puede transformarse en un gato grande modificando su ADN.
Ya fuera del instituto, con su ropa de calle y de camino a casa, Eric la sorprendió con una proposición.
—Este sábado ponen una película en el cine al aire libre a media noche, y me preguntaba si querrías venir conmigo.
Lo miró algo extrañada, pero le sonrió.
—Lo hablaré con mi madre, y mañana te lo digo, ¿vale?
—Cla—tosió—, claro, hasta mañana.
—Hasta mañana.
Se despidieron y ella volvió a su casa con una extraña sensación de alegría a su alrededor, envolviéndola. Aunque con un hermanastro sobre protector, toda sensación de felicidad relacionada con un chico resulta destruida.
—¿Qué es eso del cine a media noche?
Caroline soltó un gritito de sorpresa y se tapó la boca con las manos, sintiendo que el corazón se le saldría del pecho.
—Me has asustado.
—Pues vale, ¿qué es eso del cine a media noche?—insistió—. Y ¿quién es ese?
—Es Eric, el otro asistente, y lo del cine a media noche… pues no estoy muy segura.
—¿Y vas a ir?—demandó saber.
—Puede ser divertido.
Abrió la puerta del portal y pasó sin esperarlo, subiendo al piso y yendo directo a su habitación con la escusa de tener deberes, aunque no tardó mucho en terminarlos y Ana la llamó a cenar.
—Oye, ¿qué es eso de ir al cine al aire libre con un chico?—le preguntó.
—Ah, eso—suspiró y miró mal a Trevor—. Iba a pedirte permiso. Eric, el otro asistente, me ha dicho que si quería ir con él.
—¿Solo ir al cine?
—Solo ir al cine—confirmó ella.
—Muy bien, entonces vale.
Trevor miró de la una a la otra con rapidez e indignación.
—¿Ya está?—preguntó—. ¿Vas a dejar que vaya?
—Se pasa el día entre enfermos que pueden ser violentos—contestó Ana—. Una cita no puede ser más peligrosa que eso.
—Así se razona, mamá.
Trevor hizo una mueca ante la sonrisa de Ana y se fue a la habitación refunfuñando. Nunca le había gustado que los demás se acercasen a Caroline porque temía que la hiriesen. Aunque, conociéndola, era consciente de que preocuparse era una idiotez. Nadie podría hacerle daño a ella, y pese a que lo sabía, quería evitar cualquier contacto.
Tras la cena, Caroline entró a la habitación de puntillas, intentando no despertar a Trevor, aunque este solo fingía dormir. Después de cambiarse tras el biombo en la esquina de la habitación, la chica se metió en su cama y, como él, fingió dormir el resto de la noche.
Cuando el despertador sonó, ambos se sentaron y se miraron desde sus camas con sendas ojeras.
—Tengo sueño—dijo ella antes de levantarse y coger su ropa.
Salió de la habitación y fue al baño a cambiarse y prepararse para un nuevo día. Al salir, se topó de lleno con Trevor, que la miraba ceñudo. Seguramente estaba en su típica huelga de habla. Siempre que se enfadaba con ella, dejaba de hablarle durante un periodo indeterminado. Su máximo había sido dos semanas.
Al llegar al laboratorio no vio a Eric como los días anteriores, por lo que esperó hasta que la campana que anunciaba el comienzo de las clases sonó y ella tuvo que correr para llegar antes que su profesor, que la miró mal cuando lo adelantó por los pasillos.
Eric tampoco estaba en la clase y no llegó hasta pasada media hora de lección.
—Disculpe, he sufrido unos inconvenientes.
Los murmullos llenaron el aula mientras el chico caminaba hacia su sitio al lado de Caroline. Esta lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—¿Qué te ha pasado?—murmuró.
Él negó y vocalizó un “luego te lo cuento”.
Eric tenía la cara llena de arañazos, el pelo revuelto y un golpe de apariencia dolorosa en la mano izquierda.
En cuanto la clase finalizó, Caroline lo arrastró hasta el laboratorio D, en el que comenzó a curarle las heridas con rapidez.
—Intenté curar a los vampiros—respondió a la pregunta que ella pretendía hacerle—. Pero el cabecilla ese la tomó conmigo y me arreó.
—Ya veo—asintió ella mientras pasaba un algodón con alcohol por su mejilla—. Bueno, me alegro de que no haya sido nada peor.
—Yo también—le sonrió—. ¿Has…? Bueno, ¿has hablado con tu madre?
—Ah, sí—contestó ella sin mirarle—. Puedo ir—le sonrió.
—Genial—le devolvió la sonrisa—. Y en cuanto a lo de dejar salir a los vampiros… mi padre ha aceptado.
—Fantástico.
—Sí, ha dicho que quiere probar el medicamento nuevo.
—¿Medicamento nuevo?
—Sí—asintió él—. En las habitaciones, los enfermos están constantemente rodeados de una radiación que impide que el virus los transforme del todo. Esa medicina haría que el proceso se detuviera naturalmente y no tuviesen que estar encerrados más.
Caroline lo miró boquiabierta y luego lo abrazó.
—Eso es genial—lo apretó. Él le devolvió el abrazo algo confuso, pero aprovechando la oportunidad—. Es un gran avance.
—Sí—se separaron—. Aunque tiene una parte mala. Pese a que el proceso se detiene, los enfermos siguen sin poder hacer cosas como salir al sol o bajo la luna llena. Pero ya la iremos perfeccionando.

···

Esa misma noche, los vampiros tomaron el medicamento y salieron a la luz de la luna. Estaban rodeados de guardias y profesores, pero no les importó. Por fin habían podido salir, aunque fuese solo un poco y estuviesen siendo sondeados.
—Asistente—la llamó Thomas y ella se acercó ante la atenta mirada del resto—. Gracias por esto—murmuró.
—De nada—respondió al mismo nivel—. ¿Sientes algo raro o nuevo?
—No.
—De acuerdo—lo apuntó en su libreta y se dio la vuelta, volviendo con el resto—. Parece no haber rechazos.
—Eso parece—asintió Eric.
—Asistentes, podéis volver a vuestras casas—les dijo el profesor William—. Buen trabajo.
Ambos se despidieron y entraron en el instituto de nuevo. Ninguno hizo comentario alguno, pero Eric suspiraba con regularidad.
—¿Te ocurre algo?
—No, nada—contestó y ella le mandó una mirada inquisidora—. Es solo que, durante mi primera prueba, había conmigo otros dos asistentes cuatro años mayores que yo y una niña pequeña—se paró un momento—. Bueno, no era realmente una niña pequeña, tenía mi edad, pero era muy bajita—corrigió—. El caso es que unos enfermos que intentaban huir nos atacaron, ellos me apartaron y la niña que era hermana de uno de ellos hirió a un vampiro, yo no pude hacer nada. Hace poco me enteré de que siguen aquí. Uno de ellos entres los enfermos de vampirismo y el otro de licantropía.
Caroline sintió un nudo en su garganta y sudor frío recorrerle la espalda. Ya sabía de qué le sonaba ese chico.
—Los chicos están aquí, pero—dijo ella, pensando una forma de asegurarse de que no la había reconocido—, ¿qué pasó con la niña?
—Ni idea—contestó—. Su padre murió en una segunda revuelta y ella y su madre se fueron de aquí—miró el techo de nuevo y suspiró—. Lo peor es que no recuerdo sus nombres… nada. Es desesperante.
—Si no lo recuerdas no tienes que forzarte—lo aconsejó—. Si tu mente no quiere recordarlo, deber ser por algo.
“Porque no quiere que me descubras, por ejemplo”, rellenó ella en su cabeza.
—Sí, creo que tienes razón—suspiró de nuevo.
—Venga, no te pongas así—lo animó—. Estamos haciendo grandes avances.
—Cierto—asintió—. ¿Quieres que te acompañe a tu casa? Es tarde.
—No hace falta—le sonrió—. Pero gracias de todas formas.
Los dos volvieron a quedarse en silencio, de forma que solo se oían el golpeteo de sus pasos contra las baldosas del instituto. Todo a su alrededor estaba oscuro, apenas había luces encendidas, y era aterrador. Un instituto por la noche le parecía a Caroline un escenario perfecto para una película de terror.
De pronto, unos pasos rápidos sonaron detrás de ellos y los corazones de ambos dieron un vuelco, aunque ninguno de los dos lo demostró.
—¡Asistentes!—gritó una voz a sus espaldas—. Id a las habitaciones de los licántropos a darles la medicación nueva. Mañana harán las pruebas con ellos.
El hombre que les había gritado se dio la vuelta sin esperar contestación y los dos suspiraron al unísono para reírse juntos segundos después.
—Tenemos trabajo—comentó Eric y cambiaron el rumbo—.Aunque como los licántropos me traten igual que los vampiros, voy mal.
—No te preocupes, si quieres ya lo hago yo—se ofreció—. Tengo don de gentes.
“Y un hermano en las habitaciones”.
Tras recoger los medicamentos del almacén, entraron a la zona H, en la que se encontraban las habitaciones de los licántropos. Cuando encendieron las luces, todos comenzaron a ladrar y gruñirles a más no poder. Uno de ellos les dijo que su líder podría ponerle pegas y cuando Caroline preguntó cómo podrían identificarle, la respuesta la hizo temblar.
—Solo mírale el pelo.
Tres habitaciones después vieron lo que ella estaba ansiosa por encontrar. Definitivamente había hecho bien en teñirse el pelo. Si Eric hubiese visto el pelo de ambos hermanos juntos, se habría dado cuenta de que eran familia.
 Ese cabello atigrado solo podía pertenecer a una persona.
—Eric, por qué no te encargas de las siguientes habitaciones—propuso—.Cuando termine aquí te alcanzo.
—De acuerdo.
El chico salió sin hacer preguntas, algo le dijo en los ojos de ella que no sería buena idea ignorar su petición.
En la habitación, el líder de los licántropos miraba a la chica de arriba abajo con una mueca burlona.
—Una niñita valiente—comentó—, ¿te gusta el peligro?
Caroline rodó los ojos y negó, más decepcionada que sorprendida.
—Si mamá te oyese decir eso, te colgaría de las orejas—lo advirtió y el chico la miró con los ojos muy abiertos—. Vamos, Alex, lo sabes.
Se frotó los ojos un par de veces y la miró con sorpresa. Aquello no podía ser cierto, se repetía interiormente.
—¿Carrie?
—Por fin—afirmó con una carcajada—. Qué lento eres, hermanito.
—¿Qué haces aquí? Es peligroso.
—Lo sé—le sonrió y se acercó a él—. Me alegro de que estés bien.
—Y yo de verte sana—la abrazó durante un par de segundos—. Dime—pidió una vez la había soltado—, ¿cómo están papá y mamá?
La chica parpadeó confundida y sintió como su pecho se oprimía.
—Mamá está bien—respondió con voz ahogada—. Ahora estamos viviendo con Gregor y Trevor, unos amigos que hicimos en el norte hace unos años.
—¿Y papá?—preguntó extrañado—. ¿No está con vosotras?
—Alex—respiró hondo, sintiendo que las lágrimas caían por sus mejillas—, papá murió poco después de que os capturaran a Logan y a ti.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Yo, no estaba segura de si fueron los vampiros o unos recaderos del director, pero…—cogió aire y se enjuagó los ojos—. Hace poco hablé con el líder de los vampiros y me dijo que fue cosa del director, que lo mandó matar cuando intentaba sacaros de aquí.
El chico se sentó, respirando hondo y con la mirada perdida. Caroline decidió que lo mejor era dejarle un momento para asimilarlo y mientras tanto les inyectó la medicina al resto. Cuando terminó, tomó con delicadeza el brazo de su hermano e inyectó el contenido de la jeringuilla.
—Mañana a medio día podréis salir al patio—los informó y los chicos y chicas la miraron sorprendidos—. Esa medicina paraliza el virus sin necesidad de radiación, aunque no lo detiene del todo. Por lo que no podréis salir en luna llena—explicó con parsimonia—. Y—decidió añadir—, espero poder sacaros pronto de aquí.
—¿Qué?—la voz de su hermano se levantó por encima de los murmullos del resto—. ¿Hablas en serio?
—Por supuesto. Mamá, Gregor, Trevor y yo lo llevamos preparando durante años—dijo—. Hay más rebeldes contra el sistema que nos apoyan, pero también necesito vuestra colaboración total. Sin ella, no podremos crear un nuevo lugar en el que vivir.
—La utopía—masculló Alex—, tal y como papá quería.
—Será una buena manera de no permitir que su sacrificio fuese en vano—contestó ella y miró a su espalda—. Mejor me voy o Eric empezará a sospechar.
—Pues si sospecha dale un buen morreo y verás cómo se le olvida—dijo una de las chicas y las otras se rieron.
—Becca—le regañó Alex—. ¿Podrías no darle esas ideas a mi hermana pequeña?
—Perdona, jefe—se rió la chica de pelo rojo y miró a Caroline de nuevo—. Pero si te ves en un apuro, hazlo. Ese chico huele a que está loco por ti—le guiñó un ojo.
La aludida se rió y salió de la habitación tras despedirse de todos.
Caminó a paso rápido por delante de las habitaciones hasta llegar en la que se encontraba su compañero, por lo que esperó fuera a que terminase. Mientras él trabajaba, ella lo observó cuidadosamente. Era un chico mono, inteligente y amable. Sin previo aviso ni motivo, su ritmo cardiaco se aceleró. Provocando que se sintiera confusa y algo mareada.
—¿Estás bien?—preguntó una voz a su lado—. ¿Necesitas algo?
Caroline le sonrió al muchacho para que se tranquilizara y luego negó.
—Estoy perfectamente, sigamos con el trabajo.
Media hora después, al fin habían terminado con todos los enfermos y podían irse a sus casas.
—Te veré mañana en el laboratorio D—prometió Eric y cada uno se fue por su lado.
Al llegar a casa, todos la esperaban en la cocina con cara de querer matarla.
—¿Sabes lo preocupados que estábamos?—preguntó su madre con lágrimas en los ojos—. Podrías haber llamado o
—He hablado con Alex—la interrumpió y los ojos de Ana casi salen de sus órbitas—. Dice que está bien. Me ha preguntado por ti… y por papá. No sabía nada de lo que pasó.
Su madre miró al suelo y asintió. De nuevo las arrugas de tristeza y preocupación inundaban su cara junto con la mueca de sus labios.
—Estamos experimentando con un nuevo medicamento—anunció de pronto, intentando alejar los recuerdos de la mente de Ana—. Si todo sale bien, los enfermos no tendrán por qué estar encerrados con radiación continua. Esta noche hemos hecho la prueba con los vampiros y ha ido bien, mañana toca con los lobos.
Ana alzó la cara, sus ojos llenos de lágrimas y una sonrisa en el rostro.
—Tu padre estaría tan orgulloso de ti—la abrazó—. Gracias.
Ella devolvió el abrazo sin dudarlo y con una sonrisa.
—No tienes que darme las gracias—susurró—. Es trabajo en equipo.
—Exacto—dijo Gregor—. Voy a informar al resto, tenemos que ir planeando una forma de sacar a los enfermos de allí—sacó su teléfono—. Carrie, entérate de cualquier efecto secundario, las condiciones necesarias para que los enfermos sobrevivan sin radiación y cualquier medicamento necesario o en su defecto, cómo hacerlo, por favor.
—Sin problemas—hizo un saludo militar al soltarse de su madre.
—Trevor, contacta a tu tía y dile que vaya preparando nuestro nuevo hogar.
—De acuerdo.
Mientras los hombres de la casa empezaban a preparar el golpe, Caroline se fue directa a su cama tras pensar una manera de conseguir las respuestas a las preguntas de Gregor. Aunque teniendo a Eric no resultaría difícil.
Por la mañana, Caroline se encontró un montón de papeles y mapas sobre la mesa del comedor.
—Tenemos que encontrar una manera de colarnos en el instituto.
—Ah.
La chica pasó de la explicación de Gregor y salió del piso cogiendo una manzana para comer de camino a clase.
—¡Espera!—la llamó Trevor—. ¿Aún vas a salir con ese tal Eric?
—Sí—contestó y le guiñó un ojo—. Nunca se sabe cuándo llegará el amor.
—¡NO BROMEES CON ESO!
Caroline salió riéndose del edificio por la exagerada preocupación de Trevor. Aunque ella ignoraba que el muchacho tenía razón, y que no debería bromear con el amor. Menos en un caso como el suyo.
Tal y como había prometido la noche anterior, Eric la esperaba en el laboratorio D y la recibió con una gran sonrisa.
—Buenos días.
—Buenos días—lo imitó—. Bueno, ¿qué deben hacer hoy los asistentes?
—Saltarse las clases y preparar las cosas para la salida de los licántropos—anunció.
—Ahora entiendo tu buen humor—le sonrió de vuelta—. A veces ser asistente es bueno.
—Y tanto—se rió—. Anda, vamos a ver los vampiros, que hay que curarlos.
—¿No querrás decir que YO tengo que curarlos?—lo intentó molestar ella, pero Eric se rió.
—De acuerdo, tú los curas y yo observo—aceptó.
Fueron a la zona de los vampiros y vieron algo sorprendente. Logan y Thomas estaban en la misma habitación y hablaban con normalidad.
—Vaya, menudo cambio de actitud—comentó Caroline—. ¿Se puede saber que ha pasado?
—Ayer hablamos—explicó Thomas con tranquilidad—. Es una tontería pelearnos entre nosotros.
—Sí—confirmó Logan—. Pegarnos no sirve de nada, así que ahora nos llevamos bien.
—Qué prácticos—comentó la chica, que se acercó a Thomas—. Venga, hora de las curas.
Eric la siguió en silencio y empezó a curar a Logan, que le sonrió esta vez ocultando los colmillos y pareciendo un chico normal.
Thomas y su reciente amigo se sonrieron divertidos al ver la compenetración de los asistentes y mucho más divertidos cuando un aroma familiar les llegó.
—Hey, asistentes—los llamó Thomas en voz de broma—. Tenéis mucha química, ¿eh?
Ambos dos se quedaron con las expresiones en blanco, sin saber qué contestar o a qué se refería.
—Quiere decir que hacéis buena pareja—explicó Logan—. Apesta a amor desde que habéis entrado.
El resto de vampiros en la habitación se rieron por el comentario.
—Vuestro olfato debe estar mal.
Tras decir eso, Caroline salió de la habitación y Eric la siguió como un perrito obediente. Aquella tarde, durante la prueba, todo salió bien. Que su hermano pudiese salir al sol hizo que la joven casi diera saltos de alegría.
Cuando la prueba finalizó, mandaron a los asistentes a recoger todo, aunque luego pudieron irse antes a sus casas, quedando en verse en la puerta del instituto el día siguiente a las diez.

···

Caroline no podía sentirse más nerviosa mientras caminaba hacia la puerta del instituto, donde Eric la esperaba.
—¿Sabes? Tengo una buena noticia—le dijo el chico nada más la vio—. El lunes por la noche harán una fiesta en el instituto para celebrar lo del nuevo medicamento. Todos los profesores y médicos estarán allí. Incluso los guardias—le sonrió—. Va a ser genial.
Se quedó parada un momento, intentando unir las palabras en su cabeza, hacer que cobrasen sentido. Fiesta, profesores, doctores y guardias concentrados en el mismo sitio. Era la oportunidad perfecta.
—Seguro que sí—le sonrió, intentando aparentar normalidad pese a que su cabeza se encontraba muy lejos.
—Bueno, y pensé—se paró un momento a coger aire—, que a lo mejor te gustaría ir conmigo.
—¿Qué?
—¿Quieres ir conmigo a la fiesta?—algo confusa por la pregunta, ella asintió y él respondió con una gran sonrisa—. Genial. Bueno, vámonos o pillaremos la peli empezada.
Durante el trayecto y lo que duró la película, un amasijo de pensamientos recorrían su mente. Unos sobre los detalles del plan, otros sobre Eric y lo cómoda que se sentía apoyada en su hombro. Su mente nunca antes había estado tan confusa.
Pese al frío de noviembre y estar en un cine al aire libre, en ningún momento sintió frío. A pocos metros de ella, pudo ver que el resto tampoco tenía frío. La mayoría eran parejas dándose el lote, solo unos pocos veían la película. Al notar esto, se sonrojó a más no poder.
Alzó la cabeza y vio como Eric le devolvía la mirada con una sonrisa tímida. Poco a poco, él fue bajando la cabeza, hasta que estaba a un solo suspiro de ella. Cuando iba a alzar la cabeza el suspiro que quedaba entre ellos, una imagen de Alex cruzó su mente. Seguida de Logan, Trevor, incluso Thomas tuvo su momento.
Intentando no ser muy obvia, Caroline se apartó de Eric y se levantó.
—Será mejor que vuelva a casa—dijo con voz ahogada y el corazón golpeándole en los oídos—. Me lo he pasado muy bien. Hasta el lunes.
Las palabras salieron atropelladas de su boca y salió corriendo de allí antes de que pudiese seguirla, antes de que pudiese ver las lágrimas cayendo por sus mejillas.
En tiempo record llegó a su casa, donde la esperaba su madre cruzada de brazos.
—No me importa si te enamoras—dijo con voz serena—. Lo único que me importa es que tomes la decisión correcta cuando llegue el momento.
Con delicadeza, Ana apartó los mechones de la cara de su hija y le sonrió con ternura.
—Quiero que seas feliz—le aseguró—. Así que, tomes la decisión que tomes, estará bien.
Trevor llegó por detrás y le dio un pañuelo, sonriéndole.
—No te preocupes. Si no quieres venir, puedes quedarte en la ciudad. Ya has hecho suficiente.
Las palabras que intentaron ser de consuelo, solo consiguieron que ella llorase más.
—Hay una fiesta el lunes—dijo entre lágrimas—. Creo que sería la oportunidad perfecta para sacar a los enfermos.
Ana y Trevor se miraron sorprendidos, pero asintieron, dispuestos a escuchar todo el plan de la chica.

···

—Ya es la hora, encanto—le avisó Trevor—. Estás preciosa.
Ella asintió, caminando en línea recta con sus tacones y asegurándose que su vestido no se movía demasiado.
—Tú encárgate de sacar a los enfermos y yo
—Tú no harás nada—la corrigió su madre—. Esto es cosa nuestra.
—Exacto—asintió Gregor—. Si quieres quedarte, puedes hacerlo. Nos las arreglaremos bien sin ti. Todo está preparado.
Sus sonrisas le infundieron valor.
—Gracias.
Caroline salió del edificio como otras tantas veces, solo que con una diferencia. Aquella sería la última vez que lo hiciera. Tomase la decisión que tomase, aquella había dejado de ser su casa. Sin vacilar, caminó hasta el instituto, donde Eric la esperaba con una enorme sonrisa y una rosa que enganchó en su vestido.
—Estás preciosa.
Ella apretó los labios y le sonrió algo tímida. Su estómago temblaba.
—Gracias.
Eric le ofreció su mano y ella lo tomó sin dudarlo. Ese gesto pareció aliviar al muchacho, que soltó el aire que había estado reteniendo.
Constantemente, el chico miraba a su pareja de reojo, discutiendo interiormente consigo mismo. Su padre le había advertido sobre ella. Le había advertido sobre su familia y sobre sus posibles motivos para estar allí, pero él no los creyó. Su padre lo achacaba al amor juvenil, él en cambio confiaba plenamente en la chica a la que sostenía con cuidado. No podía creer de ninguna manera que aquella chica dulce y gentil pudiera ser una espía de los rebeldes.
Los minutos se fueron sucediendo. Minutos que Caroline nunca olvidaría, minutos felices para ella. Sus últimos minutos en aquel lugar. Pese a lo que todos le decían, ella era incapaz de abandonar a su familia. Y aunque estaba segura de eso, el peso de su corazón no se marchaba. Cada vez que miraba a Eric, sentía que quería llorar. Llorar y abrazarlo fuertemente.
Finalmente se decidió por la segunda, pillando al chico desprevenido. Aun así, él le devolvió el abrazo, apretándola fuertemente contra sí mismo y no queriendo soltarla.
Esa era la primera vez que se enamoraban, tanto para él como para ella. Un sentimiento extraño que Caroline quería atesorar por su fugacidad.
Eric decidió que era el momento y con las campanadas de media noche separó un poco a la chica de sus brazos. Los nervios de ella se tensaron. Había llegado el momento. Igual que Cenicienta, debía irse a las doce o su carruaje quedaría reducido a una triste calabaza.
—Te quiero.
Ella se quedó sin aliento ante las palabras de él y miró al suelo para no ver su rostro. Intentando obligar a su cuerpo a moverse lejos de allí, pero no podía.
—No sé qué contestar eso—murmuró.
—Solo di que tú también me quieres—rogó, alzando su cara con suavidad y sonriéndole dulcemente—. Di que te quedarás en el instituto aún cuando acabe tu contrato aquí.
—Aunque quiero decirlo, no puedo hacerlo.
Él la miró serio, ella sentía que rompería en llanto en cualquier momento.
—¿Por qué?
—Sería egoísta por mi parte decir eso.
Lo miró directamente con una sonrisa triste y las lágrimas comenzando a caer. Sintiéndose tan miserable como ella creía que se vería. Eric le devolvió la mirada sin llegar a comprender la profundidad de su tristeza o el motivo de esta, queriendo borra su lágrimas y cualquier cosa que la hiciera llorar.
Las luces de la sala parpadearon y se apagaron con un estruendo. Todos en la sala se sorprendieron ante los enfermos que habían invadido la sala, pareciendo estar a la espera de algo… o de alguien.
Caroline dio un paso atrás, hacia ellos, Eric la sujetó.
—Es egoísta que acepte que te quiero—dijo, apretando la mano del chico—. Porque después de esta noche no volveremos a vernos.
Eric la miró boquiabierto y apretó aún más su mano, tirando de ella hacia él, pero no consiguió moverla.
—¡Tú! ¡Suelta a mi hermana!
Uno de los enfermos corrió hacia ellos, enseñando los colmillos.
—¿Hermanos?—Eric los miró confuso recordando la conversación con su padre—. El doctor Caine—su respiración de aceleró—, sois sus hijos.
—Lo siento.
El murmullo de Caroline apenas fue escuchado por el joven mientras la chica era arrebatada de sus brazos por un chico al que en otra época había llamado compañero.
A su alrededor se hizo un estruendo mientras los enfermos entretenían a los guardias para que Caroline y Alex pudieran salir, pero él no lo notó. Como si no hubiese nadie en la sala, cayó de rodillas, ni siquiera notando a sus amigos que lo llamaban angustiados. Lo único que Eric pudo notar fueron las lágrimas que bañaban la cara de ella y el sentimiento de sus propias lágrimas mojando sus mejillas.